viernes, 21 de junio de 2013

Hoy es uno de esos días en los que ni todo el papel del mundo me bastaría. Podría escupir palabras durante horas y, lo sé, no encontraría la paz que busco. 

Ayer por la tarde me pediste que fuera a pasear contigo y tu familia (subidón, porque eso no es, PARA NADA, cosa de amigos [¿verdad que no? x3]). 

Ayer por la noche me dijiste que no piensas en mí cuando haces el amor contigo mismo (ejem). Bajón. No sé muy bien por qué pero bajón. Creía que aún era tu diosa, flacucha y bajita pero tu diosa. En fin, supongo que no significa nada, que es otra excusa que la parte sensata y cabreada de mi corazón (esa tan pequeña y con complejo de inferioridad) se buscó para tomar el mando por un rato. No te emociones, pequeña Rachel orgullosa, tú que hace años eras la reina y señora de estas tierras. No te durará mucho la gloria. El amor propio ya me empieza a hacer aguas y ronda por mi cabeza la idea de ponerte alguna carita de Whatsapp de esas que se inventaron para quitarle hierro al asunto. La que enseña los dientes. No, mejor, la que se pone rojita.



En fin. Anoche te confesé que yo sí lo hago. Yo sí pienso en ti. aunque en realidad no lo hago, así que no sé muy bien por qué estoy enfadada. Quizá por el adjetivo que aún resuena en mi cabeza: inmoral. Inmoral es que no me quieras y sigas empeñado en quedarte pegadito a mí. Pero bueno, corramos un (es)tupido velo, que la Rachel furiosa se envalentona y me da miedo, mucho miedo.

Ironía y resquemor fuera, hoy también te quiero, igual que ayer e igual que mañana. Odio los vaivenes, esta inseguridad, esta página pegada que NO-SE-PUEDE-PASAR. Pero te quiero (otra vez). En mi vida, en mi cama, en mis sueños. En mí, de donde aún no te has ido. Y por eso, sólo por eso, sigo creyendo (ingenua de mí) que aún te tengo un poco.

No hay comentarios:

Publicar un comentario