sábado, 15 de junio de 2013

No tengo cinco años ni he perdido la cabeza (creo), aunque la primera página de este cuaderno sugiera lo contrario. 
Sólo es que me has dejado OTRA VEZ y no sé qué hacer para sacarte de aquí dentro (mano en el pecho) donde dueles tanto...

Así que aquí estoy, escribiendo con tu boli y nuestros recuerdos, esperando que de nuevo las palabras sean mi catarsis. Escribir siempre fue mi arma (No-es-que-sea-mi-trabajo-es-que-es-mi-idioma) y también mi escudo. Espero equivocarme al pensar que esta vez las armas habituales no bastarán. Porque te has atrincherado, pegado, clavado, acoplado, fundido, soldado, atornillado a mí y a todo cuanto creo ser.

Pero pasará, eso también lo sé. Deseo que las 120 páginas de está libreta (ni de coña) y la tinta a la mitad de tu boli sean suficientes.Que cuando se agoten pueda pintar en la última página un FIN de colores y en mi cara una sonrisa.


Aquí seré yo misma. Porque un papel en blanco escrito en la soledad de cualquier parte no juzga ni levanta cejas acusadoras advirtiendo catastróficas repercusiones a actos humanos. Habrá muchos de esos, recaídas, supongo. Días de ironía y días de llanto inconsolable. Días de miedo a no sentir nada. Días de miedo al sentirlo todo. Pero 120 hojas bastarán, al menos, para sanar heridas y dibujar horizontes más esperanzadores. 

Porque si, al final, algo no sale bien es que no es el final.

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